martes, 2 de agosto de 2011

El Jugador de Esteban Moscarda



El jugador
Dios no juega a los dados: juega al truco y miente mucho.

El jugador II
Dios juega a la ruleta con los planetas. Siempre apuesta a chance.

El jugador III
Dios juega a la Play. Tiene bastantes puntos acumulados en ese juego que consiste en administrar un universo.

El jugador IV
Dios juega a un juego parecido al Teg. Juega con las fichas azules y el Diablo con las rojas. Está perdiendo: su contrincante domina el 70 % del universo, incluida la Vía Láctea.

El jugador V
Dios juega a las escondidas y juega tan bien que nadie, hasta ahora, lo ha descubierto.

El jugador VI
Dios juega a los dados pero no se da cuenta de que son los dados quienes, en realidad, juegan con él.

El jugador VII
Dios juega al tejo en una playa en los confines del universo. Está de vacaciones y por eso el mundo anda como anda.

El jugador VIII
Dios juega a la batalla naval y justo ayer alcanzó su más preciada victoria: hundió el arca de Noé.

El jugador IX
Dios juega al Tutti frutti; él, sin embargo, alega que está nombrando a sus creaciones.

El jugador X
Dios juega al Dígalo con mímica. Ante millones de ángeles, está interpretando una escena de “La última tentación de Cristo”.

El jugador XI
Dios juega al fútbol pero es muy agresivo: siempre le terminan sacando la roja y, encima, se agarra a trompadas con sus compañeros.

El jugador XII
Dios juega a un juego inédito: tira un dado de múltiples caras para mover alguna pieza de un tablero virtual que es casi tan grande cómo el cosmos. Lo hace por placer y para demostrarle a su padre, el Diablo, que puede encargarse del negocio familiar.

El jugador XIII
Dios juega a que juega a los dados: todo para distraer a un pobre científico.

El jugador XIV
Dios juega a los dados, sí: usa como mesa la mente de Albert Einstein.

El jugador XV
Dios no juega a los dados. Juega al golf con Stephen Hawkins en un lugar del universo plagado de agujeros negros.

El jugador XVI
Dios no juega a los dados. Juega perversos juegos sexuales con todas sus criaturas.

El jugador XVII
Dios no juega a los dados. Juega al teléfono descompuesto con el Diablo: de allí el estado de las cosas.

El jugador XVIII
Dios no juega a los dados. Juega a que es un personaje, en una novela de Dostoievski.

El jugador XIX
Dios no juega a los dados. En realidad juega a un juego desconocido para los humanos. Lógico: tampoco los peones conocen la naturaleza del Ajedrez.

El jugador XX
Dios no juega a los dados. Tiene una pecera donde ve nacer y morir minúsculos seres hechos de barro y de polvo estelar.