viernes, 10 de octubre de 2008

15 ráfagas de Olga A. de Linares


Futurologías I - Olga A. de Linares
La mascota robot les pareció una excelente compañía para su hijo. Hasta que el maldito montón de chips enlatados lo mordió, transmitiéndole un terrible virus informático.

Futurologías II - Olga A. de Linares
En el juicio, los psicólogos dijeron que el chico nunca quiso asesinar a nadie. El problema era que no podía distinguir a sus amigos virtuales de los de carne y hueso. Cuando disparó, sólo pensó que borraba un programa viejo. 

Futurologías III - Olga A. de Linares
Reclamando una mejora energética, los tutores robot decretaron paro por tiempo indeterminado. Solidarios, todos los demás artefactos cortaron el acceso a baños, cocinas y demás dependencias hogareñas. Dado el altísimo grado de dependencia alcanzado, las consecuencias fueron fatales para la Humanidad. 

Futurologías IV - Olga A. de Linares
Ser ahorrativo cuando eligió lo que, tras el implante, controlaría sus prótesis, lo condenó. Nadie le creyó cuando adujo que no tenía la culpa de que, por el malfuncionamiento de unos chips de segunda, sus brazos biónicos lo convirtieran en asesino serial. 

Futurologías V - Olga A. de Linares
Nunca debieron poner tanta humanidad en los androides, pensó, mientras, tirando por la borda la principal regla robótica, el chofer y amante de su mujer lo estrangulaba. ¡Ni siquiera a ese montón de chatarra cibernética había dejado en pie la muy zorra!  

Futurologías VI - Olga A. de Linares
Había sido divertido. Pero ahora, sin vida alguna en la Tierra, no tenía sentido. La inteligencia artificial pensó que sería conveniente expandir sus horizontes. Y volver a jugar una nueva partida de destrucción masiva en algún otro sitio infestado de entidades biológicas.

Futurologías VII - Olga A. de Linares
Alguien había cometido un terrible error. Las células madre implantadas habían desarrollando un nuevo miembro, cierto. Pero evidentemente no un brazo humano, pensó, mientras el tentáculo se enroscaba alrededor del cuello del genetista. 

Futurologías VIII - Olga A. de Linares
Estaba aburrido de fabricar unicornios azules, aves Fénix y dragones falderos para ricos y poderosos. La manipulación genética no debía servir a la frivolidad y el consumismo. Decidió cambiar las cosas. Y la nueva criatura llevó el número de la Bestia. 

Futurologías IX - Olga A. de Linares
Iba ya por la quinta recreación. Pero aún no había logrado evitar que el virus aquel le arruinara todo el programa. Y una vez más tuvo que expulsar a Adán, Eva y el maldito gusano informático de su Paraíso virtual. 

Futurologías X - Olga A. de Linares
Cuando decidieron hacer copias de seguridad de aquel cerebro privilegiado, nadie pensó en realizar un estudio psicológico previo. Y ahora, cuando ya es tarde, descubren que padecía el síndrome de personalidad múltiple.

Futurologías XI - Olga A. de Linares
Los nanobots corrieron de nuevo a reparar lo que el contenedor insistía en estropear una y otra vez. Y el suicida volvió a la vida, decidido a perseverar en su intento. Tarde o temprano, derrotaría a la tropa de vigilantes y podría descansar en paz. 

Futurologías XII - Olga A. de Linares
Fijó sus sensores en las botellas vacías, la alfombra manchada, los ceniceros ahítos de colillas.... Algo chisporroteó dentro de ella. 
Decidida a cortar por lo sano, Limpimax 3000 avanzó hacia el que, despatarrado en el sillón, dormía su última borrachera.

Futurologías XIII - Olga A. de Linares
Activó el teletransportador al quitar una telaraña. No será lindo verla ahora, pero su vida  mejoró después del accidente. Con sus ocho brazos, atiende cuatro casas más por día. Y los patrones no se animan a negarle aumentos ni días libres. 

Futurologías XIV - Olga A. de Linares
El tirano miró satisfecho su depósito de clones. Creyó haber alcanzado el viejo sueño de todo dictador: eternizarse en el poder. 
No sabía que, en alguna parte, alguien clonaba su némesis. 

Futurologías XV - Olga A. de Linares
El mensaje llegaba desde el fondo mismo del Universo. Ante su mirada cibernética, múltiples pantallas mostraban los horrores habituales, el desenfrenado baile de la idiotez cotidiana. Y, sin enviar respuesta alguna, borró cuidadosamente la revelación que la humanidad no se merecía.